Hoy les hablaré de un viaje que cambió mi perspectiva y me hizo entender que hay lugares en el país dignos de los mejores nadadores y también de los mejores Surfers. Era la tarde del viernes y yo salía de mi trabajo en la concurrida zona 10, un nuevo viaje a casa iniciaba, el calor de medio año estaba presente y la brisa marina se sentía hasta en la capital, no estoy bromeando, era uno de esos días en los que parece que el sol se va a caer y para mí era aún peor porque mi vehículo no tenía aire acondicionado, claro, mi suerte hizo que ese tarde de viernes las cosas fueran aún peores, el tráfico en la ciudad de Guatemala se hizo insoportable y mi cuerpo simplemente entró en un ciclo de aburrimiento y sudor excesivo.
Pero es allí cuando el virus viajero se activó, no podía más, mi garganta pedía líquidos a gritos y mi cuerpo pedía playa, así que tomé mi teléfono, observé bien google maps y tomé la decisión, si seguía en el tráfico estaba a una hora de mi casa… pero si me desviaba ligeramente hacía villa nueva, estaba a 2 horas y media del paraíso.
Road Trip
Dicen que el camino es el mejor amigo del viajero, ese momento cuando no tienes nada delante y el viento entra rápidamente por las ventanas y solo te invita a soñar, empezaba a oscurecer y la carretera hacia Escuintla estaba delante de mí, era muy tarde para echarme para atrás, el camino me esperaba.
La carretera hacia escuintla es espectacular, es de esos pocos caminos en el país en los que da hasta placer manejar, aunque no lo crean, soy un viajero, pero no soy tan fan de conducir, pero la tarde estaba finalizando y mi auto simplemente se dejaba llevar, habían pasado casi dos horas y necesitaba tomar una decisión. ¿A qué playa voy? Había escuchado de mis amigos viajeros de un lugar que se escuchaba genial, un sitio en donde es famoso el Surf, un deporte que yo mismo no había probado y que al ser una Morsa me apetecía probar, tomé mi teléfono y llamé al primer hotel que encontré en el área, pedí indicaciones, escogí la habitación más barata que me ofrecieron y colgué el teléfono con una sensación de emoción casi indescriptible.
¿Recuerdas cuando eras pequeño y hacías una travesura que al mismo tiempo te emocionaba, pero sabías que después te iban a regañar? Así me sentía.
El Lugar
Eran casi las 8 de la noche, habían pasado poco más de dos horas y media desde que había tomado esa loca decisión, pero había llegado. La oscuridad absorbía la belleza del lugar, simplemente se escuchaba el mar a lo lejos, su rugir era notable, a esa hora de la noche el mar está enojado y meterse a él es imposible, con calor, cansado, pero contento me sumergí en el hotel. Frente al mostrador había una linda chica, sin duda era extranjera, era alta y su pelo negro se confundía con la noche, un tatuaje de media luna adornaba su espalda, a su derecha una tabla de surf enorme se erguía, imponente.
—Hola. —Murmuré con temor.
—Hi. —Respondió ella volteándose hacia mí.
Sus ojos azules me impresionaron, y sin poder modular bien mi inglés le conté mi travesía y ella sonriendo me contó que había llegado de Francia hace unos días. Le pregunté sobre el personal del hotel y mientras lo hacía un joven delgado se acercó a nosotros, también era extranjero y al parecer estaba a cargo, así que después de atender a la francesa de forma cortes, se dirigió a mí de una forma más tosca, no lo tomé a mal y ya con la llave de mi habitación en la mano simplemente me dirigí a mi habitación, me recosté en la cama y después de un buen baño de esos que te limpian hasta los pecados, me limité a dormir sin pensar mucho más, el sonido del mar me arrulló y la noche se pasó de forma rápida.
Desperté temprano, es gracioso, normalmente no me gusta madrugar, pero cuando estoy de viaje es como si un chip nuevo y fantástico se activara. Me encanta ver nuevos amaneceres, y Guatemala sin duda es de esos países que no te defraudan. Aún en la oscuridad me asomé a la orilla del mar, allí me tendí, observando simplemente a la distancia en donde las líneas de color naranja se empezaban a asomar.
—Hi. —Me dijo una voz detrás de mí.
Era la francesa, quien había decidido al igual que yo, ver el amanecer. La invité a quedarse, ella se sentó a unos metros de donde yo estaba y platicamos, platicamos de los viajes, de cómo la vida la había traído hasta esta playa. Me dijo algo que ya me habían contado, este lugar es famoso en el círculo de quienes practican Surf. Ella había escuchado del lugar en la lejana playa Lacanau en la región de Aquitania en el sureste francés, había ido allí con unos amigos y alguien le comentó de algunas playas que debería visitar en américa central y ella quién es muy fan del deporte le había hecho caso. Le pregunté si me podía enseñar a Surfear. Ella se sonrió y asintió de una forma graciosa. Me había sacado la lotería, ahora tenía una bella maestra que me enseñaría a Surfear las Olas… o eso creía.
El Paredón
La playa mágica en la que esta historia se llevaba a cabo se llama El Paredón, se sitúa en Sipacate, Escuintla, además de su hermosa playa hay otros destinos dignos de visitar en el lugar, como por ejemplo el impresionante manglar en donde pueden observar Tortugas marinas, más adelante en mi vida lo conocería, pero ese día después de desayunar empezaría mi primera prueba marina, Surfear, algo que una Morsa se supone puede hacer sin ningún problema. Así que después de alistarme, conseguir un traje de baño y alquilar una tabla de Surf salí hacia el mar, la francesa ya estaba allí y a lo lejos la pude ver recorriendo la cresta de una ola impresionante, deslizándose tan majestuosamente que parecía sacado de una toma de alguna película, se los juró, quedé impresionado, habían muchos más turistas en la playa, debo mencionar sinceramente que este lugar es uno de los lugares en donde me he sentido extranjero en mi propio país, lo digo porque incluso el mismo chico delgado que me había tratado de una forma tosca la noche pasada me hablaba en un español tan poco amigable que daba un poco de coraje considerando que nos encontrábamos en un país en donde el idioma oficial es el español. Pero bueno, al terminar su hermosa danza la francesa se dirigió a mí y yo muy contento por la ayuda me subí por primera vez a la tabla.
Surfear no es tan fácil como parece
Mantenerme sobre la tabla fue difícil, había escogido una tabla enorme, la cual me habían dicho en el hotel que era para principiantes. Pero yo me sentía como una Morsa en tierra firme, sin nada de gracia, la francesa me explicó que debía tomar las olas de una forma precisa, lo cual intenté, pero debo decir que surfear no es tan fácil como parece. Mis pies se tambaleaban cuando trataba de ponerme en pie sobre la tabla y mi orgullo poco a poco caía cada vez más profundo en el mar. Ella me sonrió después de un par de intentos y me dijo que no lo hacía mal, le pregunté cuanto tiempo llevaba ella en el deporte para poder moverse como lo hacía y ella me dijo que había iniciado desde niña, ella tenía 24 años y su destreza se había forjado junto con su escultural cuerpo que parecía hecho para estar sobre la tabla.
Pasamos el resto del día juntos, platicamos, nos reímos y nos contamos decenas de historias sobre nuestros viajes. Algo que amo del viajar es conocer almas que resuenen con la tuya, sin duda alguna la francesa lo hacía y después de una hermosa tarde decidí aventurarme nuevamente a carretera porque el viaje, aunque yo no quería, debía terminar.
Le dije adiós a la francesa, a la playa y al surf, pero me quedé con una buena amistad, con algunas revolcadas que me dio el mar y con una historia que hoy les estoy contando. Historias que sin duda alguna no me cansaré nunca de contar. Ah sí lo olvidaba, el prepuesto de ese día fue de tan solo Q400 incluyendo gasolina, hotel y comida, así que no pueden decirme que no se puede.
¿Ustedes están listos para la aventura?
Espero de todo corazón disfrutes de tus próximos viajes, seguiremos compartiéndote semana a semana historias que se dieron en algún lugar del país para que tú mismo te animes a aventurarte. Recuerda visitarnos en nuestras redes sociales, estamos en ellas como @morsaviajera, recuerda disfruta de la vida y no tengas miedo de gastar tus pies. ¡Felices viajes!
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