Ese día inició como cualquier otro, una morsa había dormido temprano para prepararse, llevábamos ya varias semanas subiendo volcanes y para nosotros esta sería una experiencia más, lo típico, llegar al lugar, subir el volcán y bajar, pero nunca nos imaginamos lo que pasaría, ese día la montaña nos enseñaría que a la naturaleza hay que tenerle respeto. Desperté con ganas de enfrentar el reto y con mis cosas listas me dirigí hacia el punto de reunión de la travesía, aún era de madrugada, pero el cansancio había desaparecido. El camino hacia el volcán lo sentí corto, habíamos llegado a las faldas del coloso al que nos enfrentaríamos, el volcán Suchitán.
Era la novena cumbre a la que nos enfrentábamos, habíamos pagado Q200 por el tour y por cuestiones del destino estábamos llegando un poco más tarde de lo planeado a la Aldea el Quebracho de donde partiríamos hacia el volcán, nuestro grupo era de unas 30 personas, todos habíamos iniciado el reto de subir los volcanes del país juntos, la mayoría eran relativamente nuevos en montañas y las cumbres que habíamos alcanzado eran las más fáciles de oriente, deben saber que en Guatemala hay treinta y siete volcanes oficiales según la federación de andinismo, este volcán también estaba en oriente, pero lo que no sabíamos era que este volcán no era el típico camino por el parque los demás habían sido.
Nuestro guía local había llevado grupos antes, pero, los grupos que generalmente van a este volcán son grupos de montañistas más experimentados, nosotros no lo éramos. Pero los guías del tour decidieron que todo estaría bien, y el camino inició, la caminata nos llevó al primer reto, el sol. Eran las 10 de la mañana y nuestros guías pronosticaban un ascenso de 4 a 5 horas, el sol del oriente guatemalteco puede llegar a ser un problema si decide iluminarte con todas sus fuerzas, no exagero, literalmente una de nuestras acompañantes se desmayó de insolación, pero ya recuperada decidió seguir el camino, debido a esto, nuestro camino era lento, aunque seguro. Llegamos al área del primer descanso.
El camino tenía que continuar así que decidimos seguir, pero un nuevo problema se avecinaba, éramos 30 personas y apenas 1 guía local, nuestro grupo se separó y los que iban más adelante tomaron un camino equivocado, la señal era muy débil en la montaña y sin comunicación tuvimos que acudir a la ayuda de los fieles radios que los guías llevaban, pero esperar a que los grupos se unieran nuevamente; nos tomó nuevamente tiempo que más adelante en el día nos haría falta.
El grupo se volvió a reunir y esta vez continuamos juntos, este es uno de esos volcanes que no muchos visitan, por lo que no hay ningún camino ya establecido, machete en mano nuestro guía fue abriendo camino y nosotros detrás tratando de seguirle el paso veníamos acompañados de su perro, que, aunque suene increíble este asombroso perro subiría todo el volcán con nosotros. El tiempo fue pasando y el cansancio se empezó a apoderar cada vez más de nuestro cuerpo, nuestra mente poco a poco iba resintiéndose también.
Debo decir que este volcán es difícil, en ese tiempo fue el más difícil que había subido, pero después de una hora de camino empezamos a percibir un cambio, había más árboles y eso fue genial para mitigar el calor que nos acechaba, y lo mejor después de un tiempo llegamos a varios nacimientos de agua que mejoraron la situación notablemente. Parecía que todo estaba bajo control.
Poco a poco íbamos descubriendo la razón de su nombre, Suchitán significa lugar en donde abundan las flores y esto se notaba con creces, cientos de flores se asomaban entre la espesa hierba, pero esto trajo consigo un problema más… insectos.
Así que ya lo saben si deciden salir a cualquier montaña tengan a la mano un repelente, estos lugares pueden estar plagados de bichos y por supuesto, algunos como los mosquitos pueden llegar molestos y realmente peligrosos al contener enfermedades como el dengue.
El camino se complicaba aún más, el sendero se convertía en rocas, y algunas muy grandes, nuestro camino se veía bloqueado y nuestro guía llevaba cuerdas con él, para que pudiéramos seguir caminos estrechos que él ya conocía, pero esto nos iba atrasando cada vez más, hasta que después de un par de horas más y mucho cansancio acumulado, alcanzábamos la cumbre de este coloso, en un lugar al que le llaman La Piedrona.
La cumbre
Nunca había visto una vista así en mi vida, parecía que el éxito de alcanzar la cumbre me aclaraba el cerebro y podía ver todo más claro, una vista como pocas, allí arriba puedes ver en todas direcciones, tanto así que es fácil quedar hechizado por su belleza, nadie sabe cómo una piedra de tan enorme magnitud terminó en la cumbre de este volcán, muchos locales incluso cuentan de la leyenda en donde una gran serpiente con cuernos de oro fue atrapada por nuestros antiguos abuelos en ese lugar, y hasta hoy en día cuando el volcán cruje es porque ella está intentando escapar.
La pesadilla
Recuerdan que les hablé sobre el Tío Ben… es aquí donde entra su historia en juego, a ver, les explico, nuestro deber como montañistas es estar preparados, no simplemente para llegar a la cumbre, sino también para las situaciones más adversas que la madre naturaleza nos puede poner enfrente. Nuestro poder es tener la oportunidad de estar en estos lugares, nuestra responsabilidad es prepararnos bien para hacerlo sin tanto peligro.
Nosotros ese día nos enteraríamos a las malas, todo había parecido conspirar contra nosotros y ya estando en la cumbre del volcán comprendimos que estábamos en más problemas ya que una nube gris se acercaba amenazante hacia nosotros, no podíamos esperar más, teníamos que bajar, así que casi sin poder comer, lo hicimos.
Y fue aquí donde la fragilidad del ser humano se manifiesta, cuando la lluvia acecha al grupo en el descenso y todos deciden que su seguridad individual es más grande que la del grupo, así que muchos corren y se pierden en la bajada, mientras otros nos quedamos atrás y debido a la lluvia y nuestra lentitud en la subida, el tiempo se nos va poco a poco y nos toma por sorpresa la oscuridad.
La pesadilla se hace real, sin protección para lluvia, nos mojamos, sin luces para la oscuridad, tuvimos que usar nuestros teléfonos sin ninguna protección para el agua, algunos de ellos se arruinaron, sin experiencia previa y sin guía, estábamos solos… el miedo acecha y se hace real… por suerte el perro que antes iba con todos nosotros ahora por razones del destino estaba frente a nosotros, con la tenue luz del celular avanzamos, bajo la lluvia decidimos seguirlo y aunque el miedo estuvo siempre presente, el perro fue nuestro guía y nuestra única esperanza. Es increíble lo que el miedo y la supervivencia pueden hacer, bajar fue muy difícil y mientras nosotros sufríamos nuestra propia pesadilla otros compañeros lo hacían también, unos se lastimaron y otros se perdieron.
La noche se nos pasó y cuando llegamos de vuelta al pueblo era ya muy tarde, pero no éramos los últimos. Todos tuvimos suerte ese día, ya que de una u otra manera todos encontraron el camino. Pero si no hubiéramos tenido esa suerte, la historia sería otra.
Ese día aprendimos que la montaña no es un juego y esta historia que están leyendo es nuestra testigo, para que si ustedes deciden aventurarse a la naturaleza lleven lo necesario, y tengan el estado mental necesario. Viajar implica ser responsable y sé que después de leer este testimonio. Ustedes también lo harán.
Espero de todo corazón disfrutes de tus próximos viajes, seguiremos compartiéndote semana a semana historias que se dieron en algún lugar del país para que tú mismo te animes a aventurarte. Recuerda visitarnos en nuestras redes sociales, estamos en ellas como @morsaviajera, recuerda disfruta de la vida y no tengas miedo de gastar tus pies. ¡Felices viajes!
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